miércoles, 23 de marzo de 2022

Llegaron de noche

 


                                                                        


    Anoche hice una de las mías. Una de mis primas me había invitado al cine. El caso es que le tocaron las entradas en algún tipo de promoción  que yo no tuve muy en cuenta. Con  mi pachorra me planté en la calle Fuencarral, vestido como si fuese a una mani antifa de principios de los 2000 o viniese de robar cobre y tunear coches. Es decir, en chándal Adidas negro, sudadera negra con capucha, y zapatillas deportivas.

En seguida me dí cuenta de que la cosa quizá no era como yo me la había imaginado. La cartelera del cine Paz superviviente, junto al Proyecciones, de la debacle que se llevó por delante Los Minicines, Los Roxy y el Bilbao, no exponía la cinta en cuestión y el cartel de la misma anunciaba su estreno para tres días después. El 25 de marzo.

No es que me preocupe ya demasiado lo que piensen de mi y de como visto, pero reconozco que de haber sabido que íbamos a un preestreno me hubiese puesto ropas que no me hubiesen hecho parecer un extra de una película de Ken Loach entre tanta gente elegante, director y elenco incluid@s.

No fue mi única sorpresa. Acudí a la sala convencido de que la pelí trataba sobre los Jesuitas asesinados y que se centraría principalmente en la magnética figura de Ignacio Ellacuría. Pensaba que abordaría la guerra civil salvadoreña, que quizá haría una pequeña introducción narrativa e histórica y que acabaría con ese crimen de lesa humanidad, por desgracia no el único pero sin duda el más mediático de ese conflicto, que fue la masacre de la UCA.

Como siempre que tengo la oportunidad de ver o leer algo relacionado con el Pulgarcito de América llegué con unas ganas y una curiosidad tan grandes, mucho, como mi suspicacia.

Me tranquilizó bastante, la verdad, que el director Imanol Uribe dijese que su idea había nacido de la lectura del libro Noviembre, de Jorge Galán, porque me pareció un gran trabajo y una gran guía para abordar este tema pero en ese momento, ansioso por que empezase la película y por la desconfianza fruto de la experiencia de otras obras literarias mal tratadas en la gran pantalla, no recordé todo lo que se contaba en el libro.

Así pues la película no resultó ser lo que yo esperaba y quería ver. La cinta habla de la matanza si, de los jesuitas, aparecen Elba y Celina Ramos, el gobierno y nos muestra vagamente el conflicto armado y sus sufrimientos, pero ni los sacerdotes ni sus asesinos son los protagonistas.  

La historia se centra en una mujer, único testigo visual de los perpetradores de la matanza, llamada Lucía. Una limpiadora de la UCA que, por pura casualidad, se convierte en un asunto prioritario para la política salvadoreña e internacional en plena ofensiva militar y mediática de las fuerzas del Frente Farabundo. Una ofensiva que puso contra las cuerdas al gobierno y que, sin duda, marcó el devenir de la historia de su país en los años inmediatos.

Me gustó mucho. En primer lugar porque el foco no se pone, por una vez, en los mártires españoles y sus acompañantes, muertos sin remedio, sino en quienes sobreviven y, de maneras sorprendentes, continúan la lucha por la verdad y la justicia.

En segundo lugar es de agradecer que sea una mujer la protagonista de la historia. No habría sido difícil, ni sorprendente en este mundo, que la cinta hubiese dejado a Lucía en segundo plano para que un hombre  -periodista, abogado, diplomático...-  la suplantase y la salvase de su terrible destino. La mujer interpretada por Juana Acosta es respetada y lleva el peso de la narración. Desde su humildad y sus fuertes principios lucha por la memoria de los caídos y por mantenerse fiel a lo que vio en todo momento pese a las trabas enormes y el acoso que sufre por ello.

Por último, sin ser un experto en la materia, me quedo con la sensación de que el trabajo dirigido por Imanol Uribe trata de ser en todo momento fiel a lo sucedido y respetuoso con los protagonistas. Tanto  con los principales como con el pueblo salvadoreño en su conjunto. Además es de agradecer que no haya hecho uso ni de sentimentalismos baratos ni de morbos innecesarios, tan del cine de hoy, en la narración de un suceso que se podría prestar a ello.

Los peros que le puedo poner a la película son solo dos. El primero, manías de perfeccionista por no decir otra cosa peor, que en las escenas en que los civiles huyen de Soyapango, hay algunas ropas y algunos vehículos, demasiado limpios y demasiado nuevos para el momento y el lugar. Una tontuna. El otro, que me ha dolido un poco, es el que después del trabajo tan serio realizado, y sin desmerecer la gran interpretación realizada por Juana Acosta, no se diese el papel protagonista a alguna actriz salvadoreña. No solo porque hay grandes profesionales en ese país,es que además, en mi opinión, hubiese sido la guinda perfecta para este trabajo. Aunque, bueno, el dinero también habrá tenido mucho que ver en esta decisión.

Me despido de quien me lea, y no conozca mucho el tema, recomendando que se informe un poco de lo que pasó en aquél país y en aquella región por aquellos tiempos. Sobre todo para disfrutar más de una película, cargada de sutiles detalles históricos, que sinceramente pienso que no deberíais perderos. Y, que demonios, para las pocas veces que se hacen películas así, id a verla en sala y haced taquilla.