domingo, 25 de agosto de 2019

Primera despedida

Pienso que soy un tipo con suerte, la verdad. O al menos que lo he sido en lo que al punto de partida se refiere. En un mundo como el nuestro nacer blanco, hetero y de una familia con una base económica suficiente y cultural, diría, que por encima de la media es un lujo. Así, para empezar, salí bastante bien parado en lo que a la lotería de los privilegios se refiere. Muy bien surtido en lo material. Digamos que no me tocó el gordo de Navidad, pero casi.

        En temas de salud no tengo tampoco queja. Pequeños defectillos subsanables, y subsanados, y cosas que pudiendo haber sido problemas gordos no llegaron a más. Casi todas, de hecho, por lo mismo que comentaba antes. Donde, como, cuando y de quién nací.

        Como no se puede tener todo en esta vida a mi me tocó la parte más jodida en eso de los afectos. Otro día, quizá, me extienda en mis padres y su fundamental papel protagonista en este asunto, en lo torpes que fueron. Uno sin querer y la otra sin importarle un pimiento.
Hoy no toca ese agradable tema.

        Pero seguí siendo un tipo con suerte. La vida me dio un comodín en forma de abuela materna.

        Cuando yo nací, allá por el año 1977, ella acababa de ser operada a vida o muerte y había salido con éxito de su intervención. Yo venía al mundo y ella se reenganchaba a el. Eso generó el primer vínculo.

        Aquella casa suya era, en los años setenta, una casa de locos. Quizá a una viuda con cinco hijas, dos de ellas adolescentes, y cuatro aún en casa, que tiene que ir a trabajar como maestra todos los días hasta Fuenlabrada, en un Madrid sin la red de transporte público de hoy, y un padre nonagenario que, tozudo y cascarrabias, requería más cuidados de los que se dejaba profesar, lo que menos bien le venía era que le metiesen en plantilla a un mocoso recién nacido, pero me recibió como si hubiese sido un regalo. Nunca sabremos cuando eran, pero en los ratos que le dejábamos de  tranquilidad, aprovechó para sacar su segunda carrera. Geografía e Historia.
       
        En la tribu aquella, para cargarme, colaboraban todas. Mis tías, mi tío, mi bisabuelo y Eusebia,la mujer interna que mi abuela había contratado para hacerse cargo de la casa cuando ella, recién parida, enviudó y tuvo que salir a trabajar. Decidió ser autónoma y no volver a depender de ningún hombre. Era 1962.

         El tiempo del que iba disponiendo con la muerte de su padre y la madurez de sus hijas me lo dedicaba a mi o lo compartía conmigo. Me  llevaba con ella a Vitruvio, al banco y los sábados que no teníamos que realizar gestiones se sentaba conmigo en la cama y me iba explicando los pasajes de la Biblia, una edición plagada de bellas ilustraciones.  Tras la muerte de mi bisabuelo Manuel y el divorcio de mis padres comenzamos a pasar todos los veranos juntos. Nos íbamos a Ayamonte, con su hermana Natin y mi tío abuelo Tomás, y la otra gran tribu compuesta por sus diez sobrinos, novias y amigos. Yo era el pequeño y aquello era el paraíso.

        En algún momento compró, para mi, una historia de España en 10 tomos, totalmente ilustrada en formato cómic, que no solo hizo que dejara de lado las sagradas escrituras sino que asentó en mi uno de los pilares de mi pasión por la historia. Estuve años leyéndola una y otra vez. El otro pilar de mi vocación lo asentaron ella y su prole en las eternas discusiones familiares sobre ese tema. En nuestra familia la tradición oral es muy importante. Y ella un pozo de sabiduría y memoria.
     
        Pasaron aquellos años de mi infancia, mal criado hasta el infinito, en mi condición de hijo y nieto único, hasta que más cerca de los once que de los diez años nació mi prima Julia. Sentí celos, claro, pero una vez más fui afortunado. No solo porque mi abuela se mostraba capaz de ejercer el don de la ubicuidad. Es que además no llegó la competencia hasta el momento en que fue, casi, un relevo ante mi inminente adolescencia.

        Mi salida al mundo fue dejando a mi abuela entretenida con las que venían detrás que, ahora si, llegaron mucho más seguidas. Ya antes de jubilarse se recorría Madrid para, en la medida de sus fuerzas, darle a sus otras hijas y sus nuevas nietas el cariño y la atención que yo me había llevado en exclusiva y que ellas también se merecían. Después del retiro solo esa fue su dedicación a tiempo casi completo.

        La relación cambió. El vínculo se fortalecía. Me fui a estudiar a la Universidad de Alicante un curso que acabaron siendo tres y durante esos años nunca dejó de estar pendiente de mi. Me mandaba giros postales y me insistía una y otra vez, como cuando me perseguía por la playa con los libros de naturales y matemáticas, en que estudiase y acabara la carrera.

        En aquellos años en que la estética era tan importante en la militancia siempre tuvo la puerta abierta a mis amigos y amigas ya fuese para comer, merendar o incluso dormir. Por muy estrambóticas que le resultasen sus pintas y opiniones. Recuerdo dos casos en concreto.

        En el primero, era el año 1996, vinieron tres compañeros del SHARP de Alicante a la manifestación del 20N. Me los llevé a ver a mi abuela. Iñaki, Senín y “el Cuca”. Uno de ellos cuya identidad respetaré defendió tenazmente los puntos de vista del MLNV, además de beberse casi entera una botella de anís que había perdida en un armario. Mi abuela, que se definía como católica y de derechas, debatió con nosotros toda la tarde, desde el respeto y sin tratar de imponer nada. Mucho decir en este país y, para quién recuerde, en esos años.  No era ni miedo, el amigo podía resultar agresivo en las formas, ni hipocresía. Cuando hablamos del tema, en mi siguiente visita, solo me dijo que le preocupaba ese muchacho. Que era inteligente y de buen corazón pero que le parecía que llevaba mucho dolor y odio a cuestas.

        En el segundo, también por esas fechas, en una de mis escapadas a Madrid desde Alicante, me encontré con Iñaki, el mismo Iñaki de antes, en La Guindalera durante un concierto de Inadaptats. No habíamos quedado ni nada. Yo ni sabía que el también había venido a Madrid ese fin de semana. Estaba solo y perdido porque no sabía regresar a la casa de los familiares donde se alojaba y red skin como era, en territorio desconocido, prefería no jugársela. Eran las once de la noche. Llame a mi abuela desde una cabina y accedió a darnos posada sin dudarlo.

       
        Cada vez que incrédula me preguntaba de donde me venían a mi las ideas anarquistas yo le contestaba que fue ella quien me enseñó que donde comen siete comen nueve, que nadie debería dormir en la calle contra su voluntad y que el respeto al prójimo vale más que el dinero. Que somos lo que hacemos y no lo que decimos. Que mientras no nos ponga en riesgo evidente, ayudar es un deber.
   
        Este verano nos hemos visto bastante. He pasado a verla una tarde si y otra no durante la primeros veinte días de agosto. En mi última visita me pidió, sin decirlo, que comenzase a leerle la “Historia del Anarcosindicalismo español”, de Juan Gómez Casas. Lo había leído hace años, cuando lo reedito La Malatesta, pero no lo recordaba. Le preocupaba la perdida de memoria.

        Le leí, en parte por vanidad, el prólogo de Concha Serrano. Discutimos un rato después. Nunca ha terminado de entender como, criados por ella, tan católica, tan de orden, tan de buena familia, han podido salir tres (quizá seamos dos, quizá seamos seis o quizá ninguno) anarquistas en la familia.

        Desde que cumplió los noventa pegó un bajón. Muchas veces me he ido de su casa triste y con la sensación de que se nos acababa el tiempo juntos. Viendo como la artrosis y la artritis le deformaban las manos y las rodillas. Como se le hinchaban las piernas hasta que parecían reventar. Intuyendo unos dolores no reclamados. Hace unos días necesitó cinco minutos de reloj para levantarse del sillón y no pidió que la ayudase. Después me dijo “No puedo permitirme que me ayudéis, el día que os lo pida me quedaré en la silla de ruedas para siempre”. 

        Un amigo la entrevistó un par de veces para su tesis y yo la he grabado a escondidas un par más, pero me parecía feo hacerlo. Y cuando la grababa desde la legalidad cambiaba el tono y no parecía ella. Tuve que esperar a la entrevista de Fernando para que reconociese que aquel miliciano con pañuelo rojinegro que visitaba la casa de la familia en el barrio de Salamanca, que resultaron ser dos, iban aseados y disfrutaban de la lectura. Que eran educados y respetuosos. Y que fueron fusilados por los franquistas, pese haber salvado la vida a varios miembros de nuestra familia y que todo el mundo testificó a su favor.

        El viernes, una hora y media después de que colgase en mi muro de fb una canción de Joan Baez, me llamó mi tía Lilí para decirme que acababas de morir. En tu cama. De manera rápida y con mi tía Mamen y ella a tu lado. A los noventa y tres años. En la misma casa en que falleció tu amado marido.

        Te has ido como viviste. Antes de dejar de ser independiente. Antes de perder la cabeza. Te daba terror tener que usar pañales y ser una carga, a mi que tuvieses un accidente en tu escacharrada cocina estando sola. A los dos nos ha sonreído el destino.

        Te marchaste sin darme tiempo a que te llevara, para hacerte rabiar, la noticia del cura toledano de la CNT  durante la guerra civil. Y contigo se van nuestras charlas sobre esa guerra. Sobre el hambre y la esperanza. Sobre la huida, arruinados, de Marruecos con tres hijos pequeños y en plena descolonización. Tu visión de la transición, en la que te aburriste de hacer huelgas que no apoyabas porque te parecía fatal beneficiarte de las conquistas de las luchas ajenas y tu odio a Tierno Galván por incitar a una juventud desorientada al uso de las drogas.

        No coincidiremos más, en una discusión, sobre lo trágico que es que nadie en este país apueste por una educación pública, tu pasión, como base de futuro. Ni me contarás cosas que aún no sabía de ti, como el otro día, cuando me explicabas como te negaste en el Ciudad de Jaén a que se dejase fuera de las actividades a tus alumnos solo por que eran repetidores y bullangueros y los demás profesores no los querían ver ni en pintura del miedo que les tenían.

        O la historia del ruso. O la del atraco. O la del Istiqlal. O tantas otras que casi parecen sacadas de un guión estilo Big Fish y que hicieron que a veces te trataran de exagerada o no te tomasen en serio. 

        Podría estar hablado de ella horas, y volveré a hacerlo, pero de momento lo dejo en que desde este viernes pasado el 23 de agosto ya no será para mi el aniversario del asesinato de Sacco y Vanzetti, sino el de la muerte apacible mi abuela Lydia.

        En este momento desearía que tu tuvieses razón y yo esté equivocado y podamos algún día abrazarnos de nuevo en el otro lado.

        Solo lamento no haber sido un poco menos respetuoso y no haberte grabado más, por supuesto, a escondidas.

martes, 20 de agosto de 2019

Noticias de verano


                   


        El caso es que andaba yo dudando bastante sobre que escribir esta semana. Empecé algo, que sin dejar de ser importante no corre prisa, sobre asambleas y movimientos sociales; le di vueltas al aniversario del asesinato de estado de Nicola Sacco y Barolomeo Vanzetti; y ya me había decidido finalmente por una reseña de la película que vi ayer, la última de Tarantino, cuando me he encontrado esta mañana con la última oferta de gobierno presentada por Podemos al equipo de Pedro Sánchez.

Un primer (y último, que la vida no es eterna y hay que dosificar los malos ratos siempre que se pueda) vistazo a las propuestas me dejan con la sensación de que estamos ante el momento ese de muchas series que al principio cada capítulo nos comentan eso de “en episodios anteriores”.

Las cuatro propuestas son tan parecidas entre si que parecen la misma cambiando el orden de las palabras. La respuesta del PSOE, pública a la altura en la que yo me he podido sentar a escribir, es también la misma vieja canción. Ni me he molestado en leer sus argumentos pero sospecho que lo que un amigo y yo hablábamos por teléfono al leer la noticia, que Sánchez diría No, es también lo que esperaba la ejecutiva de podemos.

Es más, la comisión negociadora tenía elementos elegidos ex profeso para demostrar hasta que punto el documento de esta mañana es más el comienzo de campaña podemita que una propuesta seria.

De sus seis miembros, solo dos de ellas mujeres, cabe destacar a dos por la confianza que le inspirarían a cualquiera, a saber.

Enrique Santiago, el actual secretario general del PCE más mustio de la historia, y al que podríamos definir como un tipo que hubiese sido un perfecto comisario político a escala de compañía, quizá de batallón, pero nunca más allá de un regimiento,  dotado de una gran disciplina, alguna capacidad organizativa, bastante menos empatía y nula imaginación.

Y Pablo Echenique quién en tan solo cinco años, y tras haber pasado por todas las escasas facciones de esa desorganización política, ha logrado ser una especie de Lavrenti Beria al servicio de Pablo Iglesias Turrión. No solo  por su condición de brazo ejecutor inmisericorde, sino por lo zafio de algunas de sus declaraciones durante las purgas internas cuya autoría pública no tiene problema en asumir como si fuesen propias, por más que se le vean los hilos. 

Como escudero se han llevado a un señor que tras toda una vida aspirando a ser el primer diputado ecologista de la historia de España solo ha logrado su acta, como casi todos en ese partido, por salir mucho por la tele y conocer al líder de tiempos pretéritos y no por que tenga una masa detrás que le apoye e inquiete, por poco que sea, al enemigo. 

Por último, ya que la trayectoria política de las diputadas la desconozco y no me gusta hablar de lo que no sé, está Jaume Asens. El único de quién me atrevería a no desconfiar de primeras en una reunión y a quien reconozco su condición de gran abogado y su trabajo realizado al servicio de los compas catalanes. De hecho es por esto que no descarto que su misión en esa embajada imaginaria sea la de asegurarse de que nadie meta la pata demasiado y la de aportar lo que al resto de los señoros les falta. Credibilidad, imaginación y puede que sentido común. Vamos,  que está ahí para que nadie salga herido.

Supongo que la única razón por la que no se ha incluido a Rafa Mayoral en ese grupo es porque  al paso de semejante comitiva sonaría, sin necesidad de que ningún dispositivo electrónico la estuviese reproduciendo, la marcha imperial de La guerra de las galaxias.

Da la sensación, decía antes, de que PIT  ha asumido que las elecciones son inevitables y con su estilo carrillista de querer llevar la iniciativa táctica, aunque carezca de capacidad estratégica, presenta este memorándum como arma que utilizar dentro de un mes y medio para gritar a los cuatro vientos que el hizo todo lo posible, como buen estadista y mejor adalid del pueblo, para que no se repitiesen las elecciones. Para que no se abriese la puerta a que el PP y sus socios puedan recuperar, llegado el caso, la mayoría en la Carrera de San Jerónimo.

Vamos, que si a mi me enviasen semejante equipo de interlocutores para una negociación confiaría en los resultados de las mismas tanto como en que un partido con toreros en sus listas se interesa por el bien estar animal.

Por otro lado soy consciente, en mi condición de hombre de a pie,  de que carezco de más información que la que me dan los media, por lo que puede que todo sea una farsa y que Podemos haya aceptado su derrota. Que solo esté cacareando mucho para poder pedir, llegado el caso, a sus resignados inscritos que es o su claudicación votando presidente o el Caos del trifachito. Soñando con poder amenazar al gobierno en tiempos de crisis con retirarle su apoyo y, quien sabe, sobre todo si el PSOE se desgasta con sus medidas, recuperar terreno perdido en unas hipotéticas futuras encuestas. Divinas encuestas que son quienes marcan, por desgracia, a día de hoy la hoja de ruta.

Al final no se me escapa que le damos a los tribunos mucha más importancia de la que tienen y siento que nos queremos a nosotros, individual y colectivamente, mucho menos de lo que nos merecemos. Lo que a ellos les fortalece y a nosotros nos inmoviliza.

 Y mientras rumio que no me gustan nada ni como he terminado este pequeño post ni las nubes oscuras que se avecinan, y que quizá debería haberos hablado de mi última visita al cine, no deja de venirme a la cabeza aquel estribillo de “poco pan y ...”

miércoles, 14 de agosto de 2019

La fasciscitación del estado español. Instituciones y sociedad (año 2000)

Corría el otoño del años dos mil, era domingo, y yo acababa de llegar a casa de trabajar.
Sonó el teléfono y resultó ser un desconocido que se identificaba como periodista de la revista Ardi Beltza (o de su sucesora Kale Gorria). Quería que escribiese un artículo para el especial anual de su publicación que tendría que salir para navidades. La temática exacta ya no la recuerdo, pero en mi condición de militante de un colectivo dedicado a la recopilación de información anti fascista por ahí iban los tiros.

Intenté pasarle el marrón a mis compañeros de colectivo pero ya todos habían declinado y me habían señalado como el más adecuado para escribir lo que nos pedían.

Supongo que  fueron una combinación de ego y disciplina militante las que me hicieron aceptar el encargo para descubrir, nada más dar el si,  de que querían poco más de tres mil caracteres y que los necesitaban antes de las diez de la mañana del día siguiente.

Hoy hubiera actuado de otra forma. Es más, años más tarde el mismo sujeto me llamó, sin recordar quién era yo, con otro marrón semejante y me negué en rotundo.

El caso es que, nada más colgar, me puse manos a la obra. Eran casi las once de la noche. Terminé a las dos de la mañana.  Sin poder corregirlo, ni casi contrastarlo con amigos o compañeros, lo envié por fax desde la agencia UPA, allí donde unos locos con pocos medios y muchas ganas se empeñaban en hacer contra información en los tiempos en que Internet apenas empezaba a despuntar para los vulgares mortales.

Se me fue la mano y les mandé veinte mil caracteres firmados con un nombre que no era el mío y que le había tomado prestado a un joven asesinado por un facha en Alicante en los años setenta y que recibió, como era lo habitual, poca justicia.

Cuando llegó el volumen que incluía mis lineas a Traficantes de Sueños, aún en la calle Hortaleza, yo me mordía las uñas de la emoción, para que negarlo.

Entendí que dado lo extenso de mi trabajo lo recortaran, si bien podrían haber tratado de consensuar un poco los tijeretazos. Lo que me sentó a cuerno quemado es que cambiaran el seudónimo por miedo a que la familia del finado, pasados los años y con las tendencias políticas del momento, nos denunciase.

Hace un par de semanas me encontré el original, manuscrito en hojas de examen de la facultad de historia de la Complutense, mientras escarbaba entre papeles viejos.

He decidido subirlo aquí tal y como lo escribí entonces, solo haciendo una pequeña e incompleta corrección de estilo que aquella noche no pude permitirme. Básicamente he quitado redundancias. El resto lo dejo como lo expresé. Algunas cosas hoy no las veo igual, otras si.

En cualquier caso me ha parecido curioso, y quizá os lo parezca a ustedes, como veía yo, como escribía yo, en que andábamos ya, o no, ustedes y yo hace diecinueve años.

En cualquier caso pido disculpas por las erratas, nunca por la juventud e inexperiencia mía de aquel entonces.

Un abrazo



        La fasciscitación del estado español. Instituciones y sociedad

    1. Introducción :

        Cuando hablamos del fascismo en España y nos planteamos si nuestra sociedad es fértil caldo de cultivo para las ideologías totalitarias es fácil caer, sobre todo si se peca de simplismo, en la tentación de pensar que los pueblos que habitan el estado español no solo no tienen una mentalidad cercana al fascismo si no más aún, una mentalidad bastante progresista. Nada más lejos de la realidad.

        Lo primero que debemos recordar es la historia. Y la historia del pueblo español cuenta (o no, según quien la escriba) que hasta hace solo 25 años (44 ahora que rescato el texto) gobernó un individuo que se había hecho con el poder de manera definitiva a nivel territorial en 1939, tras una sangrienta guerra encaminada a instaurar un régimen fascista. Objetivo para el cual exterminó a cientos de miles de españoles, obligo al exilio a otros cientos de miles y sumió en el terror absoluto, durante las décadas que duró su gobierno, al resto.

        Si hago esta retrospectiva histórica es porque pienso que lo primero que hay que entender para analizar si esta sociedad es fácil presa para las alternativas fascistas es que todas las personas mayores de treinta o treinta y cinco años se han criado en una dictadura militar y han padecido sus sistema educativo y sus valores siendo muy poca la gente que tuvo la opción de educarse de manera diferente.

        Esta falta de tradición democrática de generaciones de españoles es necesaria para comprender los sucesos que tendrán lugar más adelante  y que hoy en día se dan ya de manera mucho más descarada.

        La primera consecuencia de esta falta de cultura democrática (de la falta de cultura revolucionaria ni hablamos) tendrá lugar durante la mal llamada “transición democrática”  donde casi todos los grupúsculos surgidos como hongos en primavera tras un breve sarampión se lanzaron a copar puestos en organizaciones con renombre. Por su parte, salvo excepciones, los centenares de miles de trabajadores que en los últimos años de la dictadura, que coincidió con la crisis del petróleo, optaron por comprarse la moto de la “reforma”. Pienso que su opción fue desde esa educación recibida, tradicional, en el miedo miedo a las rupturas.

        Este modelo transicional fue hasta tal punto un éxito que muchas dictaduras que se vieron obligadas a desaparecer por las presiones internacionales afirmaban que querían un modelo de transición a la española.

        Así, a partir del 78, de lo que se trata es de lograr que una sociedad conservadora, con algún barniz progresista, acepté una continuidad en el modelo de fondo y creyéndose de izquierdas acepte legislaciones de corte cripto fascista. Más de veinte años después se puede decir que el circulo se ha cerrado con un grado de éxito importante.

2. Situación actual :
    
        El sistema capitalista aprendió a lo largo de la guerra fría que es mucho más fácil y cómodo mantener al pueblo de los distintos países  controlados por medio de ficciones democráticas  que bajo las botas de las dictaduras militares, sin necesidad de cambiar por ello ni el fondo económico, ni muchas de las leyes, pudiendo llegar a ejercer la represión de manera más profunda y contundente llegado el caso. Evidentemente con las peculiaridades propias de cada país.

        En el caso español, una vez más, la educación es uno de los pilares básicos. Educación que podríamos dividir en educación docente y educación cotidiana. La primera sería la impartida en los centros educativos y la segunda la que se da de manera propagandística por todos los medios propagandísticos posibles (medios de comunicación, música, cine, literatura....).

        El modelo educativo cada vez más nos forma de manera uniformada, una visión del mundo desde un único punto de vista y sin capacidad de pensamiento crítico o interés por investigar más allá de lo permitido.

        Así podemos percibir en la misma academia ese descarado afán ideologizador en temas tan evidentes como la unidad de España en la eternidad. A día de hoy se sigue hablando en las universidades de la España romana, la Reconquista de España, etc. Hasta el punto de que mientras que de más de ocho siglos de presencia musulmana solo podemos recordar dos califas y un general la lista de reyes o nobles cristianos en ese mismo periodo es bastante más larga. Por no hablar de que sus hechos son narrados como gestas heroicas y de liberación.

        Paradojicamente, la expansión imperialista a partir del siglo XV, no es interpretada como tal. Se transmite como un encuentro entre culturas, con sus errores, pero inevitable y positiva. Es más, se tiene a bien simplificar los procesos y llevarlos al maniqueísmo comparando la expansión  castellana, a los ojos españoles, humana y mestiza con la anglosajona que sería de tipo genocidio.

        Desde los centros educativos, salvo excepciones, se mantendría esa visión imperial de la historia que se cultivo en los tiempo de la dictadura, empeñada más en crear una mística gloriosa que en describir un proceso colonizador analizando sus causas, formas y consecuencias.

        Todos los fascismos inventan un pasado unificado, a ser posible heroico, que una a la comunidad en la que someten. Todos los fascismos buscan un imperio que crear con el que desviar las tensiones de clase permitiendo a sus explotados estratificarse y tener a su vez alguien por debajo a quien putear. España es una, España es grande y desde el setenta y ocho, nos cuentan, España es libre.

        Más allá del pasado glorioso y la unidad territorial están la constitución y el ejercito. Esa constitución de la que se nos recitan cuatro artículos escogidos para que nos parezca maravillosa y un ejercito que ha pasado de ser una de las instituciones más desprestigiadas a ir escalando puestos gracias a millones en publicidad y lavados de cara a través de la difusión de sus “misiones humanitarias”, generando entre los más jóvenes la falsa sensación de la necesidad de los ejércitos para estas labores.

        Por último se enseña a los jóvenes a ser competitivos e individualistas. S la carrera por el éxito en la que la solidaridad queda como algo profesionalizado y gestionado por entidades casi siempre ajenas a la población. Además ésta solidaridad queda restringida a ser ejercida  de manera indirecta, desde la tercera persona, no de manera directa. Paga un kilo de arroz, apadrina un niño, manda un SMS.... Quedan fuera la interacción y el trabajo de base tipo instituto-barrio, estudiantes-trabajadores etc.

        En lo que a la educación no reglada, la de los medios de comunicación, nos encontramos con una función disciplinadora con escasos espacios para el pensamiento independiente y los que se dan, lo son de manera controlada. Su función, dar a conocer lo que  se quiere desde el poder, cuando y como este quiere, a toque de silbato. Invisibilizando luchas sociales y conflictos aquí y bombardeándonos con lo mal que se vive en otros sitios, por ejemplo.

        También tienen un papel movilizador o desmovilizador, según interese. Un ejemplo de lo primero sería las movilizaciones tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco y de lo segundo las huelgas de camioneros de hacer tres años que se desinflaron cuando la televisión anunció en los telediarios que se había desconvocado pese a que ellos no lo habían decidido aún. La mentira como propaganda convertida en verdad al más puro estilo de Goebbles.

        La represión directa, por su parte, también comienza a adquirir cotas que muchos hubieran pensado imposibles hace no  mucho.

        Por un lado la cárcel como centro de exterminio, científicamente probado, en los que se destruye a las personas sin necesidad de matarles. Cambiando cámaras de gas por drogas y SIDA y, llegado el caso, el tiro de gracia por el suicidio en la celda. Viejos métodos hoy más sutiles.

        Por otro, la policía, que poco ha cambiado desde la dictadura más allá de la modernización en los aspectos técnicos y que junto a los servicios de inteligencia acapara una gran cantidad de información totalmente fuera del control ciudadano en manos de cuadros formados en la dictadura o por quienes se formaron en esa dictadura.

        La relación de la policía, de muchos de sus miembros, con el fascismo militante es directa y evidente. Desde unidades de antidisturbios que lucen en sus cascos simbología de grupos como bases autónomas hasta la participación en acciones de comando como los asesinatos de Lucrecia Pérez (13/11/1993) o el del diputado Josu Muguruza (20/11/1989). Además en los órganos de expresión de los grupos fascistas es habitual el llamamiento al entrismo en las Fuerzas de Orden Público.

        En el aspecto legal se esta produciendo un endurecimiento de las leyes encaminado a perseguir cualquier acto o movimiento considerado subversivo desde el poder. Reformas acompañadas de golpes y montajes jurídicos y policiales como fueron el cierre del diario Egin o la reciente detención de toda la dirección de Ekin. Sobre el cierre del periódico ya ha quedado claro que se hizo sin pruebas y sobre el segundo solo se han dado explicaciones vagas pero ninguna contrastada de manera contundente.

        Se trata de ataques descarados contra cualquier oposición al statu quo y no se corresponden con lo que se espera de un estado de derecho como aquel que se supone en que vivimos, fruto de las revoluciones liberales contra el antiguo régimen, si no que más bien se corresponden con actitudes propias de estados autoritarios. Donde no existe la democracia y el poder es ejercido de forma total por el estado.

        Estos ataques no se ceban exclusivamente con la izquierda independentista vasca. Estos atropellos los sufren principalmente, y de manera más virulenta si cabe, los trabajadores extranjeros en nuestro país y los pobres en general. Con la diferencia de que los migrantes y los marinados sociales carecen de un movimiento fuerte con los que enfrentar al estado.

        Precisamente estos colectivos son victimas de otra práctica de control y extorsión social muy aplicada y generalmente muy exitosa, que es la aplicada por los servicios sociales de barrio y sus ejecutores directos. Los trabajadores sociales.

        En los barrios conflictivos el trabajador social se documenta acerca de cada familia, husmea en cada domicilio, y realiza informes que van directamente a los archivos de cada organismo oficial hasta que su uso sea necesario. Pero además, en última instancia, es el trabajador social quien tiene el poder de decidir que familias reciben, y cuales no, las ayudas. En los momentos de crisis, cuando las ayudas son más necesarias, las condiciones para recibirlas se endurecen y exigen una sumisión tremenda por parte de los receptores, de tal forma que quien  obedezca tendrá ayudas y quien se muestre rebeldes, no.

    Los pobres rebeldes van a la cárcel, no reciben ayudas y llegado el caso, por orden judicial, pueden ser separados de sus hijos si su hogar no se considera adecuado para educar correctamente a los niños.
   
    Dado que el estado es quien tiene la potestad última en esta situación y que aunque , a día de hoy, solo interviene en lo que se conoce como familias desetructuradas la infraestructura está preparada para cuando se deba incluir en esa categoría a familias por motivos ideológicos.  Los trabajadores sociales, en cada momento, son fruto de su época y esto puede incluso darse sin órdenes expresas de las administraciones.

    Más allá de cada trabajador social por separado, que sería la primera linea como ya hemos dicho, y aunque los resultados iniciales no fueran negativos no podemos olvidar que esos informes, todos esos datos, van a los archivos del estado y están fuera de nuestro alcance.  Un ejemplo del riesgo. Cuando en 1933 los nazis se hicieron con el gobierno en Alemania los uniformes de los trabajadores sociales, redactados a lo largo de la República de Weimar, y que contenían datos como ayudas, hurtos, impagos en el autobús, etc fueron utilizados por el estado nacional socialista como fuente de datos principal para decidir quienes iban a los campos de concentración o eran merecedores de las esterilizaciones forzosas.

3. Derechización de la sociedad:
   
    A la par que se producía la fasciscitación de los aparatos del estado se ha producido el proceso de Derechización social que ha hecho posible este camino sin apenas tensiones sociales.

    Este proceso no ha sido espontaneo y para acelerarlo el sistema ha utilizado el viejo, pero eficaz, sistema de creación de enemigos internos y externos. En mi opinión cada uno de ellos con objetivos distinto de cara a las adhesiones que pretende.

    El enemigo interno cuyo objetivo era el silencio y la connivencia del pensamiento progresista, izquierdoso y cultureta, que todavía se ve a si mismo en el eje de la izquierda, ha sido sin duda el Movimiento de Liberación Nacional Vasco.

    El MLNV, más allá de que no comparto sus estrategias,  se ha convertido en el monstruo, magnificado, presentado a la sociedad española como un peligroso enemigo que pone, por si mismo, en riesgo nuestro sistema democrático. Ha sido usado como punta de lanza en la propaganda para asimilar que la violencia, desde la oposición, es inaceptable. Y que solo son validas las reivindicaciones si se hacen desde la tolerancia y la no violencia.

    Este mantra desde el poder ha sido masticado por artistas e intelectuales supuestamente de izquierdas y anti franquistas a fin de que aquellos a quienes iba dirigida,  principalmente la clase media progre, la digirieran mejor.  Este aparataje mediático, masivo, ha permitido que se aprueben sin apenas oposición medidas legales, en teoría, solo para los vascos terroristas, pero que ya sufriremos el resto de la sociedad llegado el momento.

    En cuanto al enemigo exterior, la inmigración, es también magnificado por los voceros del sistema con el fin de que traguemos con carros y carretas. En este caso el objetivo a rendir con este enemigo es el de una inculta y des concienciada clase obrera que se ve amenazada por la marea negra que, gracias a los telediarios, vemos que viene a invadirnos y quitarnos el trabajo.

    El resultado es que una sociedad que hace veinte años no se consideraba racista, aunque lo fuese, ahora ve al emigrante como un competidor y un enemigo causante de su precariedad o paro. Ese racismo actuá ya de manera organizada no solo en explosiones espectaculares como la de El Ejido. También otras muchas zonas están siendo ya testigos de ataques xenófobos y racistas ( La vega baja del Segura en Alicante, Tarrasa, etc.)

    Hoy por hoy, tras el breve repaso que hemos hecho al panorama que tenemos, pienso que nos encontramos en un momento crítico en que cabe reconocer que el estado y el capital han jugado muy bien sus cartas.

    Tendremos que reflexionar seriamente cara la futuro ya que nuestra sociedad es cada vez menos permeable a nuestro discurso. El tiempo juega en nuestra contra y si nos descuidamos será demasiado tarde.

    Miquel Grau

    Madrid, 16/10/2000   


martes, 6 de agosto de 2019

La izquierda y el Síndrome de Estocolmo

                    El viernes pasado quedé con una amiga y un amigo para comer en Móstoles. Después del merecido y necesario rato de coñas y humor surrealista mientras recorríamos carreteras y polígonos, en busca de un innombrable título que el amigo librero había apalabrado para esa misma tarde, acabamos comiendo en un restaurante de comida italiana bastante peculiar donde yo me puse como un gocho saltándome la dieta.

    Allí, mientras meneábamos el bigote y yo me esparcía felizmente en posición casi horizontal por un sofá que perfectamente podía haber sido rescatado de un lupanar victoriano, se abordaron los  temas cotidianos de conversación. Amistades comunes, situación laboral y estado actual de nuestras vidas amorosas. Más concretamente las suyas que si bien resultan menos pintorescas que la mía son bastante más sanas.

    A punto estaba de pensar que sería capaz de controlarme evitando los postres cuando nuestro anfitrión sacó el tema de la política profesionalizada y el municipalismo.

    En un primer momento traté de mantenerme al margen de la conversación buscando entre los cojines algún tipo de puerta dimensional que me llevara, cual calcetín en la lavadora, a un mundo de fantasía plagado de unicornios y sin reuniones de la comunidad de propietarios. Pero lejos de eso la magia, mientras avanzaba la conversación que yo no quería escuchar, se tornó contra mi convirtiendo los cojines en una especie de cama de faquir y acabé erguido e incomodo.

    Había un consenso generalizado en la mesa. Solo eramos tres cuerpos, lo que no significa que no pudiese haber más sensibilidades, y coincidíamos en que no solo había sido un fracaso estrepitoso y previsible; además estábamos de acuerdo en que no parece que nadie vaya a hacer auto crítica, valoraciones serias ni asumir responsabilidades.  A mi, que ya llegaba tocado por asuntos personales, terminaron de joderme la tarde y acabe comiéndome un calzonne relleno de chocolate fundido a medias con el desaprensivo que había sacado el asunto. La fémina del grupo, en su condición de vegana, declinó sumarse a la orgía de azúcar saturado al resultar evidente que era chocolate con leche.
   
    La reflexión que me dejó rumiante, de nuevo y entre las muchas que hicimos, fue la de que ni siquiera son conscientes de que el trato que les hemos profesado, a quienes han decidido hacer de la política una profesión, ha sido y es exquisito y consecuencia única y exclusivamente del cariño y del pasado común. Una deferencia que no se tiene con el resto de  partidos.

   

    En 1973, en la ciudad de Estocolmo, un atraco a un banco que salió mal se transformó en un secuestro de seis días tras el cual algunas de las personas convertidas en rehenes lejos de declarar contra su captor mostraron públicamente una gran simpatía hacia este. Inmediatamente esta sorprendente actitud fue bautizada como “Síndrome de Estocolmo” por un psiquiatra del país escandinavo.

    Un año después Patricia Hearst, nieta del magnate Randolph Hearst, inmortalizado en el clásico de Orson Wells titulado Ciudadano Kane, llevaba ese síndrome hasta el límite de lo imaginable al incorporarse a la misma organización armada, El Ejercito Simbiótico de Liberación, que la había secuestrado dos meses antes con el objeto de cobrar un rescate por su persona.

En España, por poner un ejemplo cercano, Antonio María Oriol testificó en la Audiencia Nacional a favor de  una mujer acusada de pertenecer al comando de los GRAPO que le tenía secuestrado. Afirmó que no formaba parte de dicho comando y la defendió hasta el punto de que su declaración evitó que fuese condenada. Muchos quisieron ver en esta actitud un caso del mentado síndrome

Los ejemplos, individuales y colectivos, son múltiples con un  no reconocido síndrome que se caracteriza, principalmente, por una identificación entre una o varías personas secuestradas con sus captores. Empatía esta que, en ocasiones, puede ir en ambas direcciones.

Una de las mayores tradiciones de la izquierda en los últimos casi doscientos años, desde que los representantes de los partidos socialistas entrasen por primera vez en los parlamentos burgueses, allá por el siglo XIX y se apreciase también por primera vez el distanciamiento que se producía en ese momento con sus bases y hacia sus objetivos, ha sido la de dividirse entre quienes defendían la necesidad de una crítica pública a esos líderes, desde la base y llegado el caso rompiendo con ellos,  y los que en cambio optaban por contemporizar y aplicar paños calientes.

La lista de felonías cometidas por los próceres del socialismo internacional dignas de que hubiesen sido defenestrados o abandonados en sus partidos es muy larga. Desde la aprobación de los presupuestos de guerra en 1914, pasando por la dictadura bolchevique, los pactos de Munich, las purgas... hasta lo que se está viviendo ahora en Nicaragua o los inevitables giros del que hasta antes de ayer fuese icono de progres y partidos del cambio, el ex presidente de Grecia, Alexis Tsipras.

En el interior de nuestras fronteras el PSOE, un valor seguro en lo que a defraudar expectativas se refiere, ya se lució colaborando con la dictadura de Primo de Rivera y con una dirigencia que, durante la segunda república, era incapaz de ponerse seria ni tan siquiera cuando eran sus propias bases las diezmadas por la represión estatal. Tradición que no traicionó pasada la dictadura y que ha mantenido hasta hoy.

El PCE y CCOO obreras ya en los años setenta y principios de los años ochenta demostraron su férrea voluntad de ser un partido de orden renunciando a la bandera republicana, aceptando la monarquía y firmando los Pactos de la Moncloa, entre otras muchas cosas, mientras aseguraban a sus bases, atónitas, que las concesiones de hoy (ayer) eran la llave que abriría los triunfos del mañana (hoy). Unos triunfos que aún esperan, tristemente, en sus nichos democráticos aquellos que sobrevivieron con suerte y esfuerzo a cuarenta años de oscuridad.

 En los últimos años, desde el cacareado 15M, hemos vivido una suerte de proceso express, líquido diría el difunto Bauman, de lo que fue la transición de los años setenta . En nuestra caricatura de refundación del régimen una serie de personas y personajes, algunos con una tradición militante previa y otros no, de la noche a la mañana, trataron de convencer a la escuálida izquierda militante y a su potencial base social, de que había llegado el momento de tomar el estado al salto y de que ellos eran los mejor preparados para hacerlo.

Si bien a escala estatal la decepción ha sido más bien simbólica, personificada en el secretario general de un partido que se ha convertido en su propio guiñol, ya que no han llegado de momento a formar parte de un gobierno, la presencia de representantes de la mal llamada nueva política en equipos y coaliciones de gobierno a nivel municipal y autonómico, con las decepciones que llevan aparejadas, si ha sido un hecho. Siendo sus dos máximos exponentes Ahora Madrid y el consistorio encabezado por Ada Colau.


En cuatro años de carmenismo no han cesado las persecuciones de la policía municipal a los migrantes, solo se han recuperado para la gestión pública servicios de poco calado y de manera marginal, los contratos vencidos de limpieza se han concedido a una empresa de Carlos Slim y se ha firmado la operación Berrocales, un Frankestein urbanístico que bien podría haberse hecho un hueco en las novelas del difunto Rafael Chirbes. Una vez más, por citar solo de pasada, algunos de los casos más exagerados.

Es sintomático que una corporación que pretende identificarse con la izquierda esgrima como gran arma electoral la reducción de la deuda. Es decir aceptar todos los parametros del sistema económico liberal hegemónico y presumir de ser mejores capitalistas. De reducir mejor los gastos, de ser mejores no invirtiendo en lo social y no molestando a los amos. Peor aún incluso, por patética, es la situación de sus escindidos que afirman irse (casualmente dos meses antes de las elecciones y cuando ya se sabe que no cuentan con ellos) por ser verdaderos revolucionarios y, al mismo tiempo, patalean reivindicando que el único éxito del consistorio, el antes mencionado milagro de la deuda reducida, fue gracias a uno de sus díscolos ediles y no a las huestes de Manuela. Es su peculiar gato de Schrödinguer que les permite ser al mismo tiempo los que dinamiten el sistema capitalista por dentro al tiempo que lo salvan librandolo de la corrupción y los gastos superfluos.


Y ante este panorama, la izquierda, los que votan, los que militan, los que se manifiestan y los que simpatizan se quedan rehenes de una gente que, después de haber prometido el cielo y haber dado solo migajas, nos pide una vez más paciencia. Cambiando la ilusión por el miedo en los discursos y asegurando que los otros, la derecha orgullosa de serlo, es peor.

La excusa, envuelta de argumento con un poso de verdad menor cuanto más permanecen esos ínclitos prohombres en puesto representativos, que por desgracia una vez más sirve para mantener presa a una gran parte de la gente que sueña con un mundo mejor entre dos grupos, polícia y secuestradores, a los que solo les interesamos en tanto en cuanto les sigamos siendo útiles para sus objetivos particulares en sus tiras y aflojas.

En lo que a mi respecta pienso que la única forma de construir un mundo mejor, no solo para el futuro, también para el día a día cotidiano, pasa por superar esa mentira que el sistema nos ha metido hasta el corvejón. Aceptar y creernos que vivimos en un mundo con más de dos colores, no binario, en que existen muchas otras formas de construir y apostar, de una vez por todas, por estructuras que acepten el desafío de ser un contra poder al servicio del pueblo y no un trampolín del que algunos puedan servirse para integrarse en el engranaje del poder y del sistema. 

Y uno de los primeros pasos para eso es sacudirse el miedo, denunciar el espejismo de su obra de teatro, y cortar los lazos con los que nos usan como peones en un tablero de ajedrez. Sea cual sea la bandera que agitan. Y por mucho que, en el pasado, fuésemos juntos a las mismas manifestaciones, sudásemos en los mismos conciertos o nos intercambiásemos los hielos de boca en boca en las mismas okupas.

Como dijo cierto general en una ocasión “Estamos en guerra, por Dios, tendremos que ofender a alguien”.