jueves, 28 de julio de 2016

Que sean fuego las estrellas


Que sean fuego las estrellas


La primera vez que leí a Paco Ignacio Taibo II fue allá por el año 1999. Yo,en aquel final de siglo, era socio y militante de Traficantes de Sueños y estaba preparando mi lista de lecturas para el verano. Era el Madrid de la España que iba bien, la capital aquella que en Agosto se quedaba vacía como una ciudad fantasma y había que proveerse bien de lectura para un largo mes de trabajo en la portería sin mucho que hacer. A fin de cuentas nosotros no éramos menos que el resto. La autonomía madrileña, nosotr@s incluid@s, cerraba “por vacaciones”.
El caso es que junto a “El cartero de Pablo Neruda” de Antonio Skarmeta, “La montaña es algo más que una inmensa estepa verde”, “Canción de amor para los hombres” ambos de Omar Cabezas y un par de títulos más que no recuerdo cayó también “De paso”, editado en tapa negra de aquellas por Virus, del citado Taibo II.
Puede que fuese el exceso de expectativas o puede que fuese mi exigencia juvenil con todo aquello que tuviese que ver con el anarquismo hispano de principios del siglo XX pero las peripecias noveladas del misterioso Sebastián San Vicente en Méjico me dejaron frío. No me gustó. Y rehusé durante un tiempo a volver a leer al escritor mejicano muy apreciado y recomendado en mis círculos.
Yo, que tengo por costumbre darle tres oportunidades a los artistas incluido el infame Lars Von Trier, sabía que no era un adiós sino un hasta luego, aunque a decir verdad ya no me sentía atraído por el.
Pasaron los años y las recomendaciones, dejé escapar la primera edición de “Arcángeles”, la de Planeta, y desdeñé las indicaciones de Manolo Monereo en un acto en el local del PC de Hortaleza, afirmando que una de las mejores biografías del Che era suya.
Fue otra vez un librero “traficante”, mi amigo Blas, quién ya en el 2007 o el 2008, con su insistencia logró que esa segunda y merecida oportunidad fuera posible. No paró hasta que me llevé, prestado o regalado, un volumen de una novela policíaca del detective Belascoarán Shayne. Ya el comienzo, con tres encargos en una mañana, uno de los cuales incluía el encontrar a Emiliano Zapata, Cosa Fácil, prometía. Fue un caso de amor a primera vista.
En un mes me leí todo lo que reeditaron de la saga. “Regreso a la misma ciudad y la misma lluvia”,”No habrá final feliz”, etc.
Después ya seguí, con interés no compulsivo, sus novedades. Leí su faraónica biografía de Pancho Villa y, por fin, años después, y gracias a la nueva edición de Traficantes de Sueños editorial, “Arcángeles”. Un pedazo de libro que nos narra la vida de un puñado de revolucionarios, aventureros e irreverentes que no por muertos han dejado de influenciar en nuestras vidas y nuestras luchas. Aunque solo sea en un imaginario necesario para mantener la moral de combate en los tiempos oscuros. Su único y gran “pero” es que solo incluye a una mujer.
Y así llegamos a este año y esta Feria del libro en que nos llega como novedad una historia cuyo título coincide, no por casualidad, con el titulo de este post: “Que sean fuego las estrellas. (Barcelona 1917-1923)”.
No os mentiré. Aún no lo he acabado. Pero es que me está gustando tanto que no he podido evitar escribir estas líneas antes de haberlo terminado.
Lo primero que destaco de la obra, habiendo leído ya su libro sobre Villa y el propio prólogo, es el enorme esfuerzo que Taibo II ha hecho por dejar el libro en un tamaño asequible de “tan solo” 489 páginas de texto. Anotaciones y bibliografía a parte.
Lo segundo, en consonancia con lo primero, es que Taibo II supera su exceso de minuciosidad, al menos en el libro de Villa que para mí lo convertía en libro de consulta para eruditos y fanáticos, en favor de una narrativa fluida en capítulos cortos y directos.
No hay que pensar que esto signifique que la obra no es rigurosa. Taibo II (casi me dan ganas de comportarme como un snob y llamarle Paco como si le conociese) da una lección de profesionalidad en el oficio de historiar del que deberían de aprender, si tuvieran capacidad ética para ello, algunas de las vacas sagradas de la historiografía hispana.
El resultado es un fabuloso y acertado relato cargado de pasión que nos transporta a los años en que el anarcosindicalismo español, y su epicentro Barcelona, sientan las bases de lo que años más tarde será la única vez en el siglo XX que un pueblo no solo logre parar los pies a un golpe fascista, sino también, poner en marcha una revolución en el proceso.
La genialidad de Taibo II radica, para mí, en no centrarse en los manidos, refritos, saturados y a pesar de ello incomprendidos sucesos de los años 1936-1939, sino en irse al lugar y el momento dónde comenzó todo. Además de llevarnos con el, de la mano de sus palabras, al mercado del borne a expropiar con las mujeres el pan y el pescado con que dar de comer a sus hijos mientras se afilian por miles en el ramo textil; a que firmemos con los camareros del hotel Colón el convenio que pone fin a las propinas o que sintamos como una huelga en una empresa de electricidad se va extendiendo día a día, empresa a empresa y ramo a ramo hasta obligar al gobierno central en Madrid a firmar la jornada laboral de ocho horas para todo el país, por miedo a la extensión del conflicto y a la revolución, justo cuando los sindicatos están al límite de sus fuerzas.
Un Taibo que bucea en la prensa, los documentos internos, y los procesos para “descubrir”, a diferencia de nuestros endeudados catedráticos con manos que lamer, que cuando las huelgas suben y los sindicatos mandan las bombas callan y los grupos de afinidad se ponen al servicio de estos para recaudar cuotas, defender delegados, distribuir periódicos y servir al pueblo. Un pueblo solidario capaz de dejarse la mitad de su sueldo si es preciso para dar de comer a los presos y los huelguistas en una ciudad donde la solidaridad es, además de un periódico, una ley no escrita que todo el mundo acata aunque a veces haya tensiones. Incluso algunos curas. Desmonta una vez más, por tanto, la dicotomía ficticia entre “sindicalistas” y “anarquistas”, entre “radicales” y “moderados”, entre “buenos” y”malos” mostrándonos ese fabuloso organismo vivo y contradictorio que fue el anarcosindicalismo español.
A pesar de todo esto no es un libro fácil. Tiene densidad y si no se conoce un poco la historia de España hay muchas cosas que le llegarán incompletas al lector, incluso, a pesar de los aportes puntuales pero constentes que nos hace el autor de cuales eran las realidades económicas, habitacionales, laborales y sociales en aquella época convulsa.
En cualquier caso es un libro no solo muy recomendable si no que además nos pone en deuda con un escritor mejicano que con esta obra nos abre una puerta a una época de nuestra historia tan importante como olvidada y, mientras lo hace, el cómo lo hace, nos recuerda que el deber del historiador es poner el conocimiento al servicio del pueblo, como herramienta de emancipación, y no en una urna de celulosa ilegible dónde a buen seguro solo sirve al poderoso.
Gracias desde aquí al señor Taibo II por su pasión, su perseverancia, su rigurosidad y, sobre todo, su honestidad.






                          

sábado, 23 de julio de 2016

El fugitivo

"Apenas ésto dura lo que dura el cuerpo". Eso me dijeron cuando acepté el encargo. Viajar a la tierra a encontrar el alma huida. Un trabajo rapido que acabaría antes de que su huesped humano colapsara. Eso dijo mi superior.
De eso hacía ya tres generaciones terrestres. Xalón, el fugitivo al que debía capturar demostró ser más sabio y escurridizo de lo previsto, pero esa noche sería mio.
Anochecía en la puerta de la luna y yo ya sabía que el venía aquí todos los tres de Marzo. Los últimos turistas abandonaban el lugar y yo repasaba las palabras de poder para capturarle. En casa lo sabían y ya estaban en camino.
Casi con el último rayo de sol apareció su aura oscura, por el camino del Inca. Salté frente a el, firme, decidido a recitar el mantra para su captura y con ello mi viaje de regreso. No dijo nada.
Al mirarnos fijamente vi, reflejados en el, los frios pasillos de mi residencia, los cráteres sin vida y la falta de pasión de nuestros dirigentes y nuestro pueblo. Más allá de su alma translucida, en cambio, la lluvia bañaba el valle y una llama miraba hacía nosotros, rumiando impasible el verde pasto que nos rodeaba, quién sabe si viendonos o no.
Comprendí entonces el enorme regalo que me hizo el fugitivo, antaño, provocando para mi este destino en un mundo con mil vidas, mil paisajes y mil culturas, del que yo ya estaba enamorado.
Cerré los labios. El comprendió. Huimos.
Ahora nos vemos cada ciclo solar completo, en la isla Crozet, para hablar con los pingüinos.