domingo, 22 de noviembre de 2020

Breve historia del 20N

Rescato este artículo del 2007 porque como trata de temas pasados sigune teniendo validez. No lo aumento principalmente que desde entonces mi colaboración con esa mani ha sido casi nula y no voy a hablar de lo que no se. A las malas nos sirve para la nostalgia dominguera y recordar batallas pasadas.

 

 

Cuando me solicitaron que escribiese un artículo sobre un tema como este sobre el que voy a hablar hoy, pasados ya años de la militancia estricta en el campo del antifascismo y con otras cosas en la cabeza, la primera sensación es la de desorientación. ¿Tiene sentido? ¿Le interesará a alguien?
Más tarde, reflexionando, y tras haber participado en una entrevista de radio con idéntica temática, en la que el locutor de radio, militante antifascista, no tenía muy clara la fecha de origen de la convocatoria antifascista, ni su causa, la petición comienza a cobrar cierto sentido. Independientemente del interés que a mi particularmente me pueda despertar hoy la militancia antifascista estricta, es evidente que toda ayuda para que no se olvide el por que hacemos las cosas es poca, ya que no se puede construir un futuro edificio si hoy no recordamos donde, como ni por que construimos los cimientos.
El veinte de Noviembre es, históricamente, una efeméride tanto para los fascistas reconocidos, como para un sector importante del antifascismo. Para los primeros, por ser este el día en que, en 1936, durante la guerra civil, fue fusilado José Antonio Primo de Rivera en la cárcel provincial de Alicante (la misma cárcel donde moriría seis años después el poeta Miguel Hernández). Para los segundos, por que exactamente el mismo día moría en Madrid, donde había acudido con parte de su columna para colaborar con la defensa de la ciudad, Buenaventura Durruti, carismático anarquista y líder de la columna miliciana más importante del frente de Aragón.
Con la derrota republicana, en España, solo se recordará la muerte del primero, y el régimen utilizará la fecha como conmemoración del sacrificio de un mártir del movimiento nacional sindicalismo en que todas las viejas glorias del régimen, famosas y anónimas, sacaban sus apolillados y olvidados uniformes del armario para festejar y alentar a los cachorros que deberían ser el recambió generacional. Se solían hacer actos en casi todas partes, siendo los más numerosos los que tenían lugar o fin en el valle de los caídos, lugar donde había sido enterrado José Antonio, y los que presidía el propio Franco desde el balcón del palacio real, en la plaza de Oriente de Madrid.
En el año 1975 el caudillo victorioso abandona el mundo mortal el mismo día de Noviembre que José Antonio y Buenaventura Durruti, no sabemos si por voluntad divina o como última escenificación terrible de un régimen condenado a desaparecer con su protagonista, y es enterrado junto al fundador de la falange.
A partir de este momento, el 20 N será la fecha para que, los franquistas primero, y otras familias del fascismo más tarde, conmemoren un régimen que oficiosamente había llegado a su fin.
Durante la transición fue bastante común que grupos de ultraderecha como los guerrilleros de Cristo Rey, entre otros, llevaran a cabo ataques contra militantes de izquierda, librerías, cines de arte y ensayo, teatros y demás agentes de la confabulación judeomasónica internacional, en una estrategia sistemática de desestabilización y terror. Las máximas expresiones de esta barbarie escuadrista serían el asesinato de los abogados de Atocha o la ensalada de tiros que tuvo lugar en Montejurra.  
Así pues, pasaron los años. José Antonio vio desaparecer, desde el cielo, su nombre de las avenidas de las grandes ciudades. La gente corriente se olvido de que había algo que recordar y decidió pasar ese día trabajando o comprobando los resultados de la quiniela según cayese ese año, en laborable o fin de semana, y solo los nostálgicos, los franquistas convencidos y las nuevas generaciones de militantes nazis o fascistas apuntaban esta fecha en su calendario religioso particular.
Pocas fueron las concentraciones que resistieron a los nuevos tiempos, y entre ellas, una vez más, sería la de Madrid la más importante.
Blas Piñar, notario toledano, máximo dirigente de fuerza nueva, y diputado por la unión nacional (conocida por el bunker) hasta el año 1982, será orador principal de la concentración del 20-N en la Plaza de Oriente de Madrid durante los años siguientes, en el acto convocado por organizaciones como la misma Fuerza Nueva, pero también Acción Católica, Nación Joven, la Asociación de excombatientes….
Así llegamos al año 1988. Ese año se había fundado la organización juvenil Bases Autónomas, liderada por ex miembros de las juventudes de grupos de ultraderecha (entre los que destacan los hermanos Rodríguez de Castro y Fernando Perdices)  más clásicos que quieren romper con la imagen y trayectoria de los grupos ya existentes y absorber a toda la juventud pandillera de Madrid. Skins, punkies, rockers…(principalmente en el mundo de las hinchadas futboleras, en el caso de Madrid, tanto entre los miembros del Frente Atlético como entre los de Ultra Sur, que hasta la fecha o bien eran gente de barrio despolitizada pero generalmente con sensibilidades de izquierdas).
 Ese mismo año, el 20 de Noviembre, tras la manifestación en la plaza de Oriente un grupo de medio más de medio centenar de rapados nazis ataca la plaza de Tirso de Molina, lugar de reunión de los militantes y simpatizantes de la izquierda radical madrileña, donde todos los domingos se ponen puestos de propaganda de organizaciones políticas y sindicales (CNT, AFAPP, grupos autónomos….) y también distribuidoras de material alternativo.
Dado el ambiente en los meses previos en que los ultraderechistas habían hecho incursiones en barrios como Malasaña y Moncloa, así como en las cercanías del metro en varios domingos, muchos militantes antifas habían acudido preparados para una posible agresión.
Se produce una muy dura refriega en la que algunos de los puestos políticos acaban por los suelos, hay varios heridos entre los antifas, ocho entre los nazis e, incluso, varios policías municipales se llevan lo suyo. El altercado se salda con dos detenidos, uno por bando, y queda plantada la semilla de la futura movilización antifascista más importante de Madrid en los siguientes años.
Son años muy duros. La organización Bases Autónomas ocultándose tras una confusionista e imposible ideología anarco fascista capta gran número de militantes y simpatizantes. Se organizan de forma paramilitar, muy verticalmente, y durante unos años se convierten en una fuerza que, a su manera, continua la política de agresiones y ataques contra la izquierda. No solo organizada, si no contra todo lo que huela a “guarro”, como ellos llaman a ocupas, punkis, feministas y todo lo que huela a rojo.
Por su parte, la izquierda radical más joven comienza las labores de autodefensa.
Una de ellas, la más vistosa con los años, será la organización de  la defensa de los puestos políticos, sobretodo esa fecha del 20 N y los días cercanos. Así surge la coordinadora antifascista de Madrid, órgano de funcionalidad intermitente que siempre, después del verano, se juntaba para preparar los actos del 20 N.
La historia de la coordinadora será desde sus inicios una historia de supervivencia. Tanto frente a las tensiones externas como a las internas.
La presión de los fascistas se ve reforzada por la acción policial contra los militantes antifascistas y por el papel de los medios de comunicación, que o bien trata de abordar el problema como una cuestión entre pandillas juveniles despolitizadas totalmente y marginales (rollito Quadrophenia o Latin Kings versus Ñetas) o bien lo planteaba como una cuestión de dos bandos extremistas igualmente indeseables.
En este ambiente de presión mediática, una de las organizaciones de la coordinadora, las Juventudes Comunistas de Madrid (organización ligada al PCE), convoca una rueda de prensa unilateralmente para desmarcarse  de las actitudes violentas y desconvoca la concentración. La causa fue las espectaculares imágenes de televisión del año anterior en que la policía mostró lo que supuestamente habían incautado a los manifestantes, bates de béisbol, hachas y otras armas blancas. Lo que si es cierto es que la concentración del año anterior (1989) acabó como el rosario de la aurora, es decir en una batalla campal.
Por esto el PCE presionó a los dirigentes de la juventud comunista para que hiciesen lo que acabaron haciendo.
Los años venideros siguieron marcados por la violencia. En Madrid y otros puntos del estado los nazis siguieron golpeando, llegando a asesinar a varias personas (Lucrecia Pérez en Madrid, Guillem Agulló en Valencia) y quedando varios crímenes sin resolver (la desaparición y muerte de una joven en el barrio de San Blas nunca fue aclarada, así como la muerte de un travestido en Barcelona, aunque en ambos casos se sospecho de ellos). Socialmente parece que empieza a percibirse esta nueva ola fascista como una amenaza real y la convocatoria tras el asesinato de Lucrecia reúne a más de 5000 personas, parece que salimos del guetto.
Con los noventa se deja la formula concentración defensiva y se pasa a la manifestación reivindicativa. Cada año coincidiendo con la manifestación de los fascistas, se hará una manifestación que comenzará en la glorieta de Carlos V de Madrid, para terminar en la Plaza de Tirso de Molina (inicialmente se intentó el recorrido a la inversa, pero las autoridades no lo permitieron). Mientras tanto, a la manifestación fascista, merced a los contactos internacionales tanto de los dirigentes de Bases Autónomas, como del matón Ricardo Sáenz de Ynestrillas comienzan a venir dirigentes nazis de toda Europa. Estos años la presencia de amplios dispositivos policiales impide los desordenes de años anteriores.
La manifestación antifascista va ganando popularidad año a año y la coordinadora, en estas fechas pasa a ser sostenida principalmente por los colectivos del área de la autonomía madrileña, si bien en vísperas de la fecha clave lo habitual era que muchas otras organizaciones se acercasen para formar parte de la coordinadora. Algunas de buena fe y otras con clara vocación partidista y con la intención de hacer proselitismo. Esto nos permitirá hacernos una idea de la importancia que había alcanzado esta manifestación.
El año 1995 será otro de esos años que los que hacíamos antifascismo no podremos olvidar. Después de otro año de terrible actividad fascista. Después de la muerte de un joven punk junto a la puerta de un garito nazi en Alcorcon. Y después de que tras su muerte, la manifestación oficial convocada por los mismos políticos que dejaban hacer a los fachas y legislaban en contra de la izquierda juvenil acabase en motín y batalla durante horas entre policías y manifestantes (el garito de rapados fue arrasado), todos esperábamos que aquel 20N fuese de órdago, pero jamás sospechamos lo que finalmente paso.
Ese año la manifestación la había legalizado Solidaridad Obrera, una central anarcosindicalista muy cercana al mundo de las ocupaciones, el antimilitarismo y el ámbito de la autonomía. Pero dos días antes de la manifestación, una explosión en un piso de Vallecas en el que vivían tres destacados militantes madrileños disparó todas las alarmas.
La prensa habló de artefacto explosivo. Tres compañeros fueron detenidos y un cuarto, en coma,  se debatía entre la vida y la muerte en el hospital, bajo custodia policial. El miedo y la preocupación aparecieron entre militantes y simpatizantes que no sabían muy bien lo que ocurría. La prensa empezó a enmierdar, y  a los compañeros se les aplicó la ley antiterrorista. Para colmo alguien había desconvocado la manifestación, o eso se decía.
Finalmente, y a costa de una escisión en Solidaridad Obrera, los compañeros tiraron del carro y se hicieron de nuevo cargo de la legalización del acto, pero eso muchísima gente no lo sabia y temíamos, al menos los más jóvenes, estar dirigiéndonos a una carnicería y que mucha gente se asustase y no acudiese al acto.
También se temía que este año dejasen hacer a los nazis y que la manifestación acabase siendo atacada por ellos. Muchos acudimos a la mani con bastante miedo y el teléfono de los abogados grabado con fuego en la memoria.
Pero nada de eso ocurrió. Ese año la manifestación fue un autentico éxito y una vez más los asistentes superamos la cifra de 5000 personas. Muchísima gente joven venida de todos los barrios de Madrid y de los pueblos de la periferia se juntó para reivindicar la lucha antifascista por encima de la criminalización mediática y de la actitud siempre chulesca, provocativa y desafiante de los antidisturbios.
A partir de ese año los fascistas, a nivel de calle, fueron decayendo. Mientras tanto, la actividad a la que estaba ligado inevitablemente el antifascismo madrileño creció. Surgieron muchos colectivos de barrio y centros sociales ocupados.
El siguiente año, 1996, volvió a cargar la policía, pero después de la finalización oficial del acto. Hubo varios detenidos y algunos de ellos interpusieron denuncias por torturas sufridas en comisaría.
Después de ese año se puede hablar de una constante en algunas de las características de la manifestación y lo que la rodea. Pequeñas escaramuzas tras el fin oficial de la mani. Noticias que vinculan a los antifascistas con organizaciones armadas (en 1998 la prensa hablaba de la relación entre los organizadores del acto y el PCEr-GRAPO), etc.
Es también la época en que la coordinadora trata de cambiar los iconos y los lemas clásicos de la convocatoria con la idea de hacer patente que el peligro actual del fascismo va más allá de las reyertas callejeras y los grupos de escuadristas. Es la época en que los militantes antifascistas procuramos hacer ver a la gente, a través de esta convocatoria y más de estas características, que la paulatina pérdida de libertades y derechos de determinados sectores de la población es el camino del autoritarismo del sistema. Sabemos que los nuevos fascismos ya no se servirán de la agresiva estética  del fascismo de los años treinta y que por tanto serán más peligrosos si cabe.
Nuestro afán por movilizar a colectivos sociales de distinto tipo al nuestro (inmigrantes, mujeres, etc.) fracasa y este es el golpe final para que una parte importante de la militancia antifascista más experimentada, acusando el cansancio de tantos años, decida volcar sus afanes revolucionarios y transformadores en otros frentes de lucha.
Los años siguientes, la convocatoria languidece. Un año incluso la chavalada que se manifiesta llega a Tirso de Molina sin pancarta de cabecera y vuelve acabar todo como en los viejos tiempos, solo que esta vez reina gran confusión por que la falta de organización hace que los numerosos detenidos no tengan, en un principio, ni abogados disponibles.
Tras ese traspié, el año exacto no lo recuerdo, una nueva hornada de militantes trata de organizar de nuevo el acto.
Visto desde fuera parece que empiecen de cero. Mismas presionas externas (prensa, policía,…). Mismos iconos propagandísticos (se llegó a repetir de forma casi idéntica hace dos años un cartel de hace unos doce). Misma media de edad.
En los dos últimos años el banderín de enganche  de la convocatoria oficial ha sido la memoria histórica, haciendo referencias principalmente a la represión durante la dictadura franquista.
La principal diferencia hoy por hoy, ha sido la ruptura que se ha producido este año. La convocatoria oficial provocó el abandono de la mani de todo el sector libertario, lo que supuso que en realidad este año en lugar de una manifestación hubiese dos. Una de la coordinadora oficial y otra de una suerte de coordinadora libertaria, claramente igualadas en número. Patético.
Esto se debió, principalmente, a una convocatoria oficial de corte partidista (por la republica, el socialismo y la autodeterminación) imposible de asumir por una parte importantísima de los militantes y simpatizantes de la convocatoria (yo mismo estoy abiertamente en contra de esa consigna), de hecho muchas personas que seguíamos acudiendo a la cita año tras año, pese a no ser ya dinamizadores activos del mismo, decidimos no ir por no protagonizar una escena propia de la “Vida de Brian”.
Lo que si puedo afirmar es que en los tiempos en los que yo era activo militante antifa jamás se nos hubiese pasado por la cabeza hacer un lema excluyente. Hubo un grupo que fue expulsado (la juventud comunista de Madrid) y otros que no fueron admitidos, pero el lema siempre fue amplio y unitario. A pesar de que el sector autónomo-libertario fue prácticamente unánime durante varios años.   
Personalmente pienso que si se quiere que el antifascismo siga siendo valido como herramienta de lucha de las organizaciones revolucionarias madrileñas deberíamos abrir un debate sobre los errores del pasado y las perspectivas de futuro, pero eso ya debería ser materia a tratar en otro articulo y, puede incluso, que en otros foros. En cualquier caso espero que como introducción os sea beneficioso y que pueda aclarar ciertas incógnitas, así como provocar la curiosidad por el tema.
Sin más me despido de todos los lectores del “tupa”. Un fuerte abrazo para todos y todas.
Vicente Martínez

2 comentarios:

Unknown dijo...

Sólo añadir una rectificación: José Antonio y Miguel Hernández no estuvieron en la misma cárcel. En esos momentos coexistían en Alicante dos centros de reclusión: la cárcel propiamente dicha en la que murió Miguel Hernández situada en los actuales juzgados, y el Reformatorio de adultos donde lo hizo José Antonio en el actual albergue Juvenil y residencia universitaria, en cuyas puertas cada 20N todavía se siguen concentrando sus seguidores, con las camisas azules incluidas. Curiosamente, antes de ser reformada la popularmente conocida como "cárcel de José Antonio", podía leerse en uno de sus muros "¡Viva Durruti!"

Dexter Coughton dijo...

Muchas gracias por la puntualización :)