Que sean fuego las estrellas
La primera vez que leí a Paco Ignacio Taibo II fue allá
por el año 1999. Yo,en aquel final de siglo, era socio y militante
de Traficantes de Sueños y estaba preparando mi lista de lecturas
para el verano. Era el Madrid de la España que iba bien, la capital
aquella que en Agosto se quedaba vacía como una ciudad fantasma y
había que proveerse bien de lectura para un largo mes de trabajo en
la portería sin mucho que hacer. A fin de cuentas nosotros no éramos
menos que el resto. La autonomía madrileña, nosotr@s
incluid@s, cerraba “por vacaciones”.
El caso es que junto a “El cartero de Pablo Neruda”
de Antonio Skarmeta, “La montaña es algo más que una inmensa
estepa verde”, “Canción de amor para los hombres” ambos de
Omar Cabezas y un par de títulos más que no recuerdo cayó también
“De paso”, editado en tapa negra de aquellas por Virus, del
citado Taibo II.
Puede que fuese el exceso de expectativas o puede que
fuese mi exigencia juvenil con todo aquello que tuviese que ver con
el anarquismo hispano de principios del siglo XX pero las peripecias
noveladas del misterioso Sebastián San Vicente en Méjico me dejaron
frío. No me gustó. Y rehusé durante un tiempo a volver a leer al
escritor mejicano muy apreciado y recomendado en mis círculos.
Yo, que tengo por costumbre darle tres oportunidades a
los artistas incluido el infame Lars Von Trier, sabía que no era un
adiós sino un hasta luego, aunque a decir verdad ya no me sentía
atraído por el.
Pasaron los años y las recomendaciones, dejé escapar
la primera edición de “Arcángeles”, la de Planeta, y desdeñé
las indicaciones de Manolo Monereo en un acto en el local del PC de
Hortaleza, afirmando que una de las mejores biografías del Che era
suya.
Fue otra vez un librero “traficante”, mi amigo Blas,
quién ya en el 2007 o el 2008, con su insistencia logró que esa
segunda y merecida oportunidad fuera posible. No paró hasta que me
llevé, prestado o regalado, un volumen de una novela policíaca del
detective Belascoarán Shayne. Ya el comienzo, con tres encargos en
una mañana, uno de los cuales incluía el encontrar a Emiliano
Zapata, Cosa Fácil, prometía. Fue un caso de amor a primera vista.
En un mes me leí todo lo que reeditaron de la saga.
“Regreso a la misma ciudad y la misma lluvia”,”No habrá final
feliz”, etc.
Después ya seguí, con interés no compulsivo, sus
novedades. Leí su faraónica biografía de Pancho Villa y, por fin,
años después, y gracias a la nueva edición de Traficantes de
Sueños editorial, “Arcángeles”. Un pedazo de libro que nos
narra la vida de un puñado de revolucionarios, aventureros e
irreverentes que no por muertos han dejado de influenciar en nuestras
vidas y nuestras luchas. Aunque solo sea en un imaginario necesario
para mantener la moral de combate en los tiempos oscuros. Su único y
gran “pero” es que solo incluye a una mujer.
Y así llegamos a este año y esta Feria del libro en
que nos llega como novedad una historia cuyo título coincide, no por
casualidad, con el titulo de este post: “Que sean fuego las
estrellas. (Barcelona 1917-1923)”.
No os mentiré. Aún no lo he acabado. Pero es que me
está gustando tanto que no he podido evitar escribir estas líneas
antes de haberlo terminado.
Lo primero que destaco de la obra, habiendo leído ya su
libro sobre Villa y el propio prólogo, es el enorme esfuerzo que
Taibo II ha hecho por dejar el libro en un tamaño asequible de “tan
solo” 489 páginas de texto. Anotaciones y bibliografía a parte.
Lo segundo, en consonancia con lo primero, es que Taibo
II supera su exceso de minuciosidad, al menos en el libro de Villa
que para mí lo convertía en libro de consulta para eruditos y
fanáticos, en favor de una narrativa fluida en capítulos cortos y
directos.
No hay que pensar que esto signifique que la obra no es
rigurosa. Taibo II (casi me dan ganas de comportarme como un snob y
llamarle Paco como si le conociese) da una lección de
profesionalidad en el oficio de historiar del que deberían de
aprender, si tuvieran capacidad ética para ello, algunas de las
vacas sagradas de la historiografía hispana.
El resultado es un fabuloso y acertado relato cargado de
pasión que nos transporta a los años en que el anarcosindicalismo
español, y su epicentro Barcelona, sientan las bases de lo que años
más tarde será la única vez en el siglo XX que un pueblo no solo
logre parar los pies a un golpe fascista, sino también, poner en
marcha una revolución en el proceso.
La genialidad de Taibo II radica, para mí, en no
centrarse en los manidos, refritos, saturados y a pesar de ello
incomprendidos sucesos de los años 1936-1939, sino en irse al lugar
y el momento dónde comenzó todo. Además de llevarnos con el, de la
mano de sus palabras, al mercado del borne a expropiar con las
mujeres el pan y el pescado con que dar de comer a sus hijos mientras
se afilian por miles en el ramo textil; a que firmemos con los
camareros del hotel Colón el convenio que pone fin a las propinas o
que sintamos como una huelga en una empresa de electricidad se va
extendiendo día a día, empresa a empresa y ramo a ramo hasta
obligar al gobierno central en Madrid a firmar la jornada laboral de
ocho horas para todo el país, por miedo a la extensión del
conflicto y a la revolución, justo cuando los sindicatos están al
límite de sus fuerzas.
Un Taibo que bucea en la prensa, los documentos
internos, y los procesos para “descubrir”, a diferencia de
nuestros endeudados catedráticos con manos que lamer, que cuando las
huelgas suben y los sindicatos mandan las bombas callan y los grupos
de afinidad se ponen al servicio de estos para recaudar cuotas,
defender delegados, distribuir periódicos y servir al pueblo. Un
pueblo solidario capaz de dejarse la mitad de su sueldo si es preciso
para dar de comer a los presos y los huelguistas en una ciudad donde
la solidaridad es, además de un periódico, una ley no escrita que
todo el mundo acata aunque a veces haya tensiones. Incluso algunos
curas. Desmonta una vez más, por tanto, la dicotomía ficticia entre
“sindicalistas” y “anarquistas”, entre “radicales” y
“moderados”, entre “buenos” y”malos” mostrándonos ese
fabuloso organismo vivo y contradictorio que fue el
anarcosindicalismo español.
A pesar de todo esto no es un libro fácil. Tiene
densidad y si no se conoce un poco la historia de España hay muchas
cosas que le llegarán incompletas al lector, incluso, a pesar de los
aportes puntuales pero constentes que nos hace el autor de cuales
eran las realidades económicas, habitacionales, laborales y sociales
en aquella época convulsa.
En cualquier caso es un libro no solo muy recomendable
si no que además nos pone en deuda con un escritor mejicano que con
esta obra nos abre una puerta a una época de nuestra historia tan
importante como olvidada y, mientras lo hace, el cómo lo hace, nos
recuerda que el deber del historiador es poner el conocimiento al
servicio del pueblo, como herramienta de emancipación, y no en una
urna de celulosa ilegible dónde a buen seguro solo sirve al
poderoso.
Gracias desde aquí al señor Taibo II por su pasión,
su perseverancia, su rigurosidad y, sobre todo, su honestidad.
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